Interviste

Intervista a La Razon

Los occidentales nos sentimos culpables de nuestro bienestar

 

Roma- «Occidente está en crisis». Sobre esta premisa, el ex presidente del Senado italiano ha fundado un movimiento ideológico que está despertando consensos en el heterogéneo espectro de la derecha italiana. Se trata de un manifi esto de índole cultural y política, que reivindica las raíces históricas y religiosas del Viejo Continente y se empeña en descartar el relativismo cultural como punto de partida. Aunque se niega a que le llamen «teocon» («es una expresión denigrante»,) Pera se alinea sin complejos con los conservadores neoliberales de EE UU, de quienes admira su capacidad para defender los valores fundacionales de nuestra civilización.

Su «Manifi esto por Occidente» lo han fi rmado ya 59 candidatos a las últimas elecciones legislativas, entre ellos el ex primer ministro Silvio Berlusconi. Aunque Pera no es creyente, ha encontrado un curioso aliado en su cruzada: el Papa Benedicto XVI. Una de sus máximas es juntar, bajo un paraguas cultural, a laicos y cristianos. – Usted dice que Occidente está en crisis, ¿por qué? – Hay que distinguir entre el Occidente europeo y el americano. La crisis está mucho más difundida en Europa, donde hay una crisis econó- mica, política y espiritual, de identidad. Occidente no consigue defi nir su identidad, ni consigue reconocer su tradición, ni defenderla. Ésta es la crisis principal. Occidente se está secularizando, se está haciendo laico y tiende a no tener ningún valor. – Afi rma que nos sentimos culpables de nuestro bienestar. – Se trata de un síndrome, una enfermedad, que está difundida sobre todo entre los intelectuales y políticos de Occidente y especialmente en Europa. Lo hemos visto sobre todo cuando Occidente fue atacado por el terrorismo y el fundamentalismo islámico. La reacción no fue reivindicar y defender nuestra identidad, sino comprender las razones de los ataques y justifi carlos sobre la base de injusticias sociales, desequilibrios, viejas formas de colonialismo occidental, etcétera. Esta es la enfermedad de la culpabilidad. Estamos tan poco convencidos de nosotros mismos, de quienes somos, que cuando nos atacan nos consideramos culpables. Se justifi ca a quien nos ataca. – Mal momento para una crisis de identidad, con un contexto internacional como el que vivimos, con el crecimiento asiático imbatible, el fundamentalismo islámico ganando terreno… – Se ha forjado una versión del Islam muy agresiva. Frente a ello es necesario que Occidente sea consciente del fenómeno que se está produciendo, algo que no es sólo un fenómeno circunscrito a algunas áreas. Occidente tiene que defenderse a sí mismo, tiene que tomar partido políticamente. – El antiamericanismo está creciendo fuertemente. – EE UU es el policía del mundo. Después de la Guerra Fría se convirtió en la primera potencia en el mundo, con un papel que incluso muchos americanos no querrían tener. Pero el equilibrio internacional depende de ellos. EE UU soporta este peso, es el gendarme que mantiene el orden mundial. Por un lado se les invoca para que pongan orden y por otro se les regaña justo porque lo hacen. – Usted dice que Occidente se está quedando sin valores, ¿Pero qué valores debería reivindicar o restituir Occidente para sanarse? – Europa debería recordar su historia. El primer valor sobre el que debería insistir es la dignidad de la vida y de la persona. De estos valores parten otros: la libertad, la democracia, la tolerancia. Pero sobre todo parten obligaciones en política internacional. No se puede afi rmar el principio de la dignidad de todas las personas como principio universal, y al mismo tiempo rechazar responsabilidades cuando se trata de promover la cultura de los derechos en otros países como son los islámicos o árabes. De aquí se deduce que estos valores son más predicados que asimilados y defendidos. – Con tanta crisis el futuro parece ser más bien gris. ¿Qué pasará con la gente joven? – La gente joven se encuentra frente a un desafío que antes no existía. Las políticas de protección a las que estábamos acostumbrados están desapareciendo. Los jóvenes vivirán en un mundo diferente. Serán más árbitros de su vida y tendrán que asumir muchos más riesgos que las generaciones precedentes, cuando los riesgos los asumía el Estado, que era muy proteccionista. Esa forma de política socialista o para-socialista, típica de Europa, está fuertemente en crisis. Las protecciones sociales cuestan tanto que los países europeos ya no se las pueden consentir. – ¿Le parecería bien que la Iglesia tomase parte abiertamente en las elecciones? – No, me parecería un acto de interferencia. Lo que tendría que hacer, lo que alguna vez ha hecho, es llamar a los ciudadanos al respeto de ciertos principios, darles una orientación. Creo que esa es una predicación legí- tima. Y desde luego no se les puede decir, cuando lo hacen, que están interfi riendo de modo no legítimo.

 

Anarquía y buenas maneras Pera recibe a LA RAZÓN en el lujoso Palazzo Giustiniani de Roma, que comparte con senadores de la talla de Andreotti o Cossiga. Serio y tremendamente educado, aborda con amabilidad y concisión cada pregunta. Pese a la ley antitabaco promulgada por su Gobierno, saborea un cigarrillo al inicio de la entrevista. En los pensadores liberales las buenas maneras se combinan siempre con un punto de anarquía. Y es que a pesar de su pedigree político, Pera es más bien un académico. Hasta hace diez años su currículum era el de un profesor de fi losofía. En 1996 entró en la atormentada política italiana con Berlusconi, convirtiéndose en senador con «Forza Italia». Proveniente de una escuela laica y liberal, sus ideas viran hacia el conservadurismo tras el 11-S. Aún aturdido por la conmoción, conoció al entonces cardenal Ratzinger. Descubrieron tener mucho en común y juntos fi rmaron el libro «Sin Raíces». Más preocupado por lo teórico que por la aguerrida cotidianeidad, este toscano de enormes manos y mirada ensombrecida es una verdadera excepción.

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